martes, 24 de febrero de 2009

Tomada de la edición impresa del 22 de febrero del 2009


DRAMA ITALIANO EN TRES ACTOS

Mauro Cerbino mcerbino@telegrafo.com.ec

Primer acto. El Gobierno de Berlusconi hace aprobar por el parlamento un paquete de medidas sobre seguridad repitiendo un viejo libreto, el de afrontar un problema que pone a la ciudadanía con los pelos de punta gracias también al “buen” trabajo de los medios que de alarmismos viven, aplicando medidas represivas. El Gobierno ya ha pretendido sitiar las ciudades con el patrullaje de tres mil militares, ¿para qué? en busca de los “malvadísimos” inmigrantes “clandestinos”. La tesis: son ellos los principales cuando no únicos responsables de la inseguridad. Para demostrarla, en los últimos tiempos se han multiplicado casi de modo inverosímil las noticias sobre estupros, casi una diaria, y los presuntos responsables siempre ellos, los inmigrantes. El efecto en la opinión pública es devastador, porque se trata de un crimen execrable. Desenlace: hay que perseguir a estos “criminales” con todo los dispositivos imaginables, no importa que sean inmorales y no importa porque se sostiene que el combate a estas formas bárbaras de criminalidad bien valen esos dispositivos.
Así, la perversa imaginación de este Gobierno tuvo su parto: se le pide a los médicos, los que atienden en los hospitales públicos y que siguen trabajando a pesar de la constante arremetida de que la salud es un bien que se paga y no un derecho, de que denuncien los inmigrantes “clandestinos” que van al hospital. Al parecer, la mayoría de médicos han desempolvado el antiguo juramento de Hipócrates y rechazado la medida, argumentando que ellos curan personas tengan o no cédula de identidad.

Segundo acto. Una joven que durante diecisiete años ha estado postrada en una casa de cura con muerte cerebral; un padre que como representante de la familia lucha todos estos años para evitar que la vida de su hija esté en manos del médico que le introduce la sonda que la alimenta forzosamente. Sabe que su hija no quisiera estar en esta situación, porque ella misma se lo ha dicho. El Estado, quien no disponiendo de una ley que regule esta clase de situaciones delega a los tribunales y a la ciencia médica las decisiones a tomarse frente al pedido reiterado del padre de que se ponga fin a este drama. Interviene el gobierno para armar una nueva cruzada moral para descalificar al padre y apelar –con el apoyo incondicional del Vaticano– a lo sagrado de la vida aunque sea en contra de la propia voluntad de quien la vida quiere llevarla de modo digno. El del Gobierno es solo un pretexto, porque aprovecha de la situación para atentar en contra de la constitución pasando por alto la autoridad del presidente de la República. El juego sin embargo no le resulta, la joven finalmente muere y la opinión pública está mayoritariamente con el padre y con el presidente.

Tercer acto. Una joven ecuatoriana vive la tragedia de que su ex conviviente italiano pretende quitarle los hijos que han tenido juntos aduciendo que es incapaz de ser madre. El tiene poder económico y argumentos xenófobos que están de moda en un país cuyo gobierno quiere revivir las “leyes raciales”. Más allá de lo que decida el tribunal que tiene que juzgar este caso, la persecución a los inmigrantes continúa.

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