lunes, 2 de marzo de 2009

COLONIALIDAD

Mauro Cerbino mcerbino@telegrafo.com.ec

El auditorio de FLACSO está repleto de personas. Esperan al ilustre visitante, que llega en perfecto horario escoltado por varios autos de la policía. Viene a hablar de Iberoamérica y la proyección internacional de España, una reflexión propia de un jefe de la diplomacia española. Aunque intuimos que su presencia en Quito se debe a la espinosa cuestión de la petrolera Repsol que le debe dinero al Estado ecuatoriano, decidimos de todos modos ir a escuchar la charla. El canciller Moratinos habló de las buenas relaciones que existen entre su país y Latinoamérica, de que el sostenido crecimiento económico y la madurez política alcanzada en los últimos años es una buena carta de presentación para que la región se inserte cada vez más y con legítimo protagonismo en el concierto internacional. Sin embargo, señaló, que para que esto se cumpla plenamente aún falta algo, que los países latinoamericanos crean más en sí mismos, que tengan una nueva actitud, la de sentirse orgullosos de ser latinoamericanos, que rompan con la timidez que los ha caracterizado, para sentirse parte de un mundo global.
Es una afirmación que adquiere sentido si se la coloca en la perspectiva de lo que se pretende sea “Iberoamérica”. No escondo el malestar que me produce esta denominación. ¿Qué quiere representar? ¿Un espacio geopolítico o una nostalgia hispanista? ¿Un pacto de cooperación e integración o la reafirmación de una colonialidad? Es sabido que España debe su extraordinario desarrollo económico de las últimas dos décadas al hecho de haberse insertado en la Unión Europea que lo ha financiado. Desde entonces ha quedado claro que España privilegia más Europa que Latinoamérica, y que su aspiración y su imaginación se han dirigido hacia concretar la condición de ser un país europeo a pleno título más que buscar ser un socio estratégico de Latinoamérica. En otro paso de su intervención el canciller Moratinos ha expresado claramente que hay que concebir para América Latina un estatuto parecido al que se produjo para la Comunidad Europea luego de la segunda guerra mundial. “Ha llegado el momento [ha dicho textualmente] de que Europa y EE.UU. otorguen una definitiva cohesión social a Latinoamérica”. Dejo al lector los comentarios correspondientes.
Por último, contestando una pregunta con la que un asistente le hacía notar que su retórica de elaborar una alianza para la cohesión social de Latinoamérica entra en abierta contradicción con las últimas medidas que en materia de inmigración Europa ha tomado, como es la “directiva del retorno” que criminaliza las personas migrantes, afirmó que esas medidas no solo no criminalizan sino que sirven para garantizar y proteger los derechos de los ciudadanos extranjeros que viven y trabajan en Europa, quienes ciertamente están mejor ahora que antes de que esas medidas se adopten. ¿De qué modo puede ejercerse esa protección cuando las medidas establecen las modalidades por medio de las cuales se expulsan a las personas migrantes? Es otro dilema de una nueva colonialidad que engendra España, oportunamente escenificada por este visitante que el Municipio ha declarado “hijo ilustre de Quito”.

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