domingo, 15 de marzo de 2009

JÓVENES Y ELECCIONES

Mauro Cerbino mcerbino@telegrafo.com.ec

Juan es un joven de 16 años, los cumplió en enero y está inscrito en el padrón electoral. Estudia en un colegio de la capital, tiene amigos con quienes conversa, juega a la pelota y escucha música. Juan sigue en el “tránsito” de la niñez a la juventud, aunque las cosas que hace las viene haciendo desde que tenía 10 años, desde cuando en la libreta del colegio se dice que Juan tiene un desarrollo regular, que madura.
¿Madurez? Siempre me ha parecido una palabra insultante, desde que era inmaduro hasta ahora que maduro no soy, porque no me siento de haber llegado a una estadio final como supongamos una pera suculenta. Juan podrá ir a votar en estas elecciones si lo quiere, la nueva constitución se lo permite. Sin embargo, hay muchas (tal vez demasiadas) personas que dicen que Juan y los como él no tienen “pensamiento político formado”, por ende son manipulables. Tener pensamiento político formado significa, para estos seres bien formados, poseer argumentos a favor o en contra de un candidato, significa hablar de política seriamente sin pasiones y sin juicios inmaduros. ¿De dónde se forman, estos seres formados, un pensamiento político? Si queremos descartar la iluminación divina o la generación espontánea que hace brotar un pensamiento por su madurez etaria, queda la experiencia. ¡Ah!, casi me olvido de lo más importante: que el pensamiento político formado se forma porque ¡vemos la televisión! que como se sabe in-forma la política. Ahí, los políticos explican con muchos detalles lo que van a hacer y su lenguaje es tan poco simplista que solo un televidente maduro y bien formado puede entenderlos. Juan que no tiene ni pensamiento político ni cualquier otro criterio formado –por esto no puede ver programas no aptos para él– seguramente no entenderá lo suficiente y por ello no se formará políticamente. Por ende no debería ir a votar.

José Antonio es un joven de 17 años que también está inscrito en el padrón electoral. Como Juan podrá decidir ir a votar. José Antonio no estudia, tiene que trabajar para contribuir a mantener su familia. Como Juan y cualquier otro joven, cuando el tiempo libre se lo permite, se divierte jugando y escuchando música con sus panas. Él y Juan tienen sus respectivas experiencias de vida. Desde y con ellas elaboran ideas, tienen gustos y construyen estilos, se forman éticamente. Saben muy bien por ejemplo cuáles son las diferencias entre el reguetón y el hip hop. Vibran, porque las comprenden con el cuerpo que es todo y no un simple aparato sensitivo, con las letras de las canciones, de aquellas que tienen un contenido político que la política seria y bien argumentada, que la televisión muestra, ni siquiera se imagina porque le ha dado la espalda a la experiencia y se ha hecho espectáculo.

Puede que ni Juan ni José Antonio vayan a votar. Que digan que no les interesa. Que expresen un juicio que ojalá se sepa respetar sin disminuirlo. Pero puede también que sí decidan ir a votar. Estoy seguro que tienen más recursos que cualquier adulto en saber leer los “cartoons” de la política, reírse de ellos desmontando su falsa y engañosa seriedad.

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