domingo, 7 de diciembre de 2008

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OPINIÓN
Tomada de la edición impresa del 07 de diciembre del 2008

La ola
Mauro Cerbino mcerbino@telegrafo.com.ec

Roma, 14 de noviembre de 2008. Una marea de jóvenes marcha por las estrechas calles de la ciudad. Lo hace sonoramente, con tambores, rapeando eslogan que plasman la fantasía estudiantil en una manifestación en contra de un gobierno –el derechista de Berlusconi– que pretende desmantelar una de las mayores conquistas sociales de la historia reciente italiana: la educación pública. Sin interferencias de partido político alguno, de sindicatos o movimientos sociales, los estudiantes colegiales y universitarios despliegan los recursos de su inmensa creatividad para plantear que el presente y el futuro de sus vidas dependen de una educación de calidad, y que la investigación en sus diferentes campos científicos garantice el ejercicio de un pensamiento libre y plural.

Reclaman la defensa de un pensamiento que no esté al servicio del mercado o que sea simple instrumento para reproducir los discursos dominantes. Un pensamiento que no quiere perder su capacidad crítica, que es lo que precisamente quiere quebrar este gobierno. Clases diferenciales, al estilo de lo que en el pasado fue considerado, con justa razón, una infamia insostenible porque abonaba a la estigmatización de los estudiantes con alguna dificultad de aprendizaje y que ahora se quiere aplicar a los inmigrantes; maestro único para ahorrar recursos que son considerados gastos no rentables porque destinados a una formación universal y no selectiva; recortes para la investigación científica porque considerada un lujo innecesario en particular en aquellas aéreas como las sociales de poca utilidad según la lógica del mercado. Son estas algunas de las medidas que el gobierno Berlusconi pretende introducir para reformar la educación, el todo en un sombrío panorama de serias amenazas de privatización.

El rechazo estudiantil a estas medidas ha ido creciendo rápidamente en pocas semanas, con una intensidad que hace recordar el mayo 68 en un país en el que parecía haber desaparecido la protesta. Los estudiantes, heterogéneos y, sin embargo unidos en la firme convicción de que no quieren ser tratados como una carga, se autodenominaron “la ola” que arrasará con todo si no se los toma en cuenta en su pedido de una educación democrática no elitista ni precaria. Es un despertar juvenil que hace revivir la esperanza de que en Italia, luego de que las últimas elecciones han borrado del mapa político a la izquierda radical, aún es posible una resistencia al descalabro político y al oscurantismo moral de un gobierno que legitima el aparecimiento de nuevas formas de violencia ideológica, racista y xenófoba, que horriblemente rememoran al escuadrismo fascista. El poder de convocatoria de los estudiantes y su prístina reacción son los signos más interesantes de que un cambio de ruta es necesario en un país que vive uno de sus peores momentos de la historia contemporánea. El 12 de diciembre se anuncia una huelga general para defender el estado social y de derecho de la república. Ojalá los partidos y organizaciones que han confirmado su adhesión se dejen impregnar del mismo optimismo y ganas de luchar que “la ola” estudiantil ha mostrado tener. De lo contrario, que se dejen sepultar por ella.

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