viernes, 5 de diciembre de 2008

Madrid, xenófoba y excluyente (3)

La reunión se realizaba en un barrio del sur de Madrid, en uno de aquellos a los que los taxistas no quieren entrar porque tienen la fama de ser altamente peligrosos. “Y sí que lo es”, afirma el párroco, “pero no por la presencia de los jóvenes latinos, dado que aquí los problemas son otros, tienen que ver con la criminalidad organizada, pero esto a la policía no parece importarle”. El lugar del encuentro es una sala de la iglesia parroquial, que como en muchas ciudades ecuatorianas, es el único espacio que acoge a estos jóvenes. Los actos previstos se desarrollan en un ambiente muy emotivo y alegre. Hasta que uno de los jóvenes que “custodia” la puerta entra alarmado a la sala y dice algo al oído de otro hermanito: afuera hay agentes de la 22, el tristemente famoso cuerpo especial de la policía. Si es así, saben que están ahí por ellos, porque están cometiendo el delito de reunión, ellos que son los miembros de una banda latina “peligrosa” que los jueces han declarado “asociación ilícita”. Sí, como si de una organización del tipo ETA se tratara. Con el párroco salimos inmediatamente. Llegamos hasta la parada del metro, bajamos las escaleras, “es aquí donde normalmente los agarran, porque saben que por aquí deberán pasar necesariamente para regresar a sus casas, incluso tienen advertidos a los de la boletería a que soplen la presencia de grupos de jóvenes latinos que con sus atuendos tan particulares son fácil de reconocer” dice el sacerdote. No nos percatamos de nada, todo parecía despejado. Regresamos a la iglesia. Los chicos se tranquilizan y se retoma la reunión. Cuando termina, tomamos la decisión de salir en grupitos de tres personas, por no crear sospechas, por si acaso la 22 efectivamente esté al acecho. Es lo que acontece. Aparecidos de la nada, unos ocho agentes de civil y cinco autos de la policía hacen irrupción alrededor de la parada del metro. Piden los documentos de identificación. Les comunican que han recibido una llamada que denunciaba el robo de un celular y que están ahí por ello. El tono agresivo y los gestos displicentes los traiciona fácilmente. No hay duda de que el operativo había sido premeditado. Se cumple una vez más una cacería de bandas latinas.

“Los investigadores, nos distribuimos en esquinas donde los jóvenes son detenidos...”
Nosotros, los investigadores, nos distribuimos en varias esquinas donde los jóvenes son detenidos, e intervenimos para ser testigos de la actuación policial y también para intentar convencerlos de que no hay delito alguno de por medio. Todos nos declaramos “latin kings” y que si esto es un crimen que se nos lleven a la comisaría. Es inútil, a la comisaría irá a parar un joven por no portar documentos, aunque constatemos que es su “portación de cara” lo que determina la momentánea detención. Junto a nosotros está un coronel de la policía nacional del Ecuador, en esos días ha tenido un papel extraordinario como acérrimo crítico de las autoridades locales. Ahora puede vivir en carne propia, estando en el lado contrario, el significado de un operativo policial al límite de lo legal y abiertamente xenófobo. Es una experiencia inolvidable que demuestra, si acaso era necesario, que lo que en Madrid hemos denunciado –el acoso policial a jóvenes latinos– no es una mera hipótesis sociológica.

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